
Siempre se debe tener conciencia que los problemas tienen su origen en las enemistades y en los conflictos, y que por lo tanto verdaderamente no existen enemigos de naturaleza intrínseca. En todo caso, los enemigos supuestos o potenciales son tales en circunstancias especiales y fortuitas, y esta condición probablemente se puede revertir sobre la base de una inteligente negociación y de una fortalecida diplomacia, sin uso directo de la fuerza o de la violencia.
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